¿Qué tal vais superando las fiestas? Ya os contaré algún detalle de las mías. Hoy me lo salto, que la cosa va de microrrelato. Este es un regalo a una persona que llevaba un tiempo en mi vida, pero que hasta hace poco no se había ganado un hueco en mi corazón. Y quien se lo gana se queda. Un regalo de Navidad que, con su permiso, comparto con vosotros:
Te llevo prendido en los talones, presente en cada paso que doy. Y si me paro trepas por mis piernas hasta mi vientre, avivando ese fuego que una vez compartimos. Siento tus manos que una vez soñé ásperas, fuertes, firmes, y tus labios cincelados en un rostro duro de mirada torva.
¡Cuántas veces habré recorrido en el aire el contorno de esos ojos líquidos de deseo, cuántas veces la definición de tu cuerpo! ¡Cuántos suspiros cargados de amor escaparon de mi boca con la esperanza de que tú los recogieras!
Porque te amé. Te amé con cada fibra de mi ser, con cada pensamiento, con el aire que me rodea, con todos y cada uno de los átomos del alma que me robaste.
Tu inteligencia, tu pasión, tu gran corazón, tus ganas de comerte el mundo para crear otro mejor,… Amé hasta tus mentiras, tus mil caras, tus desplantes. Incluso amé todo lo que antepusiste a mí.
Te hubiera amado hasta el fin de mis días, te hubiera esperado eternamente, te hubiera aceptado tal cual, hubiera luchado hasta la extenuación.
Pero tus fantasmas se interpusieron, tu desdén hacia aquello que consideras inferior, tu desprecio hacia ti, tus inseguridades, y yo tuve que salir expulsada por la puerta de atrás.
Te sigo amando. Y, lo cojonudo de todo esto es que ni siquiera existes.